No son las habilidades la que demuestran lo que somos, son nuestras decisiones.

martes, 25 de octubre de 2011

Ella sólo quería su libertad



    Salió del baño, ya arreglada para salir, y cuando al pasar delante del espejo percibió el movimiento de su vestido de seda negro, tan elegante, tan rígido, tan...cómo decirlo...artificiosamente solemne y perfecto... giró sobre sí misma y se miró a través de aquel objeto que para su sorpresa no mostraba lo simple y aparente... sino que la devolvió al mundo real, aquel en el que ella no se dejaba manipular, aquel en el que ella decía basta, aquel en el que nadie tomaba sus decisiones. 
    Acaba de verse como una perfecta escultura, aquella tallada y pulida para que ser la Afrodita de esta nueva era, para ser el modelo de todas las que la precedieran, para mostrarle al mundo que la debilidad no existía... pero el ser humano no es tan fuerte, tiene sus debilidades... y Rosa también las tenía, sólo que ya las había olvidado.
     Dos ríos empezaron a nacer de sus verdes y otra vez brillantes y vivos ojos, soltó todo lo que tenía en sus manos, se quitó el luto y ya libre, decidió ponerse aquel vestido blanco que le levantaba el ánimo cuando aún era dueña de su vida. Descalza y sin mascara que la ocultase, fue a su lugar preferido, aquel que sólo ella conocía, su refugio... aquella pradera, su amiga en la infancia, y ahora volvería a revivir aquellas situaciones ya pasadas.
    El manto verde, la tímida fresca hierba, acarició sus desnudos pies dándole la bienvenida. De repente mientras admiraba aquel paisaje ya casi olvidado para ella, su compañera de juegos, la lluvia, entró en aquel marco de reencuentro seguida de los ladridos de aquella golden que la acompañó en sus tardes de juegos y de diversión. 
   Como muchas otras veces, volvieron a pintar una sonrisa en sus caras con el barro que aquella tormenta veraniega iba produciendo, como el último día que pasaron juntas antes de que Luna la abandonara tras ser víctima en un accidente de caza... ahora Rosa, que ya estaba con su querida Luna, por fin podría disfrutar de su vida tal y como ella quisiese, sintiendo el abrazo de aquel maravilloso lugar donde, con la lluvia borrando todo malo recuerdo, finalmente consiguió su deseada libertad.




                                                                                                                       Elena RP

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