No son solo cuentos, todo lo que en este mundo gira. La
gente ríe, suspira, llora, admira y envidia. Todos tienen una meta pero ningún
camino, saben donde quieren terminar pero no se atreven a seguir su destino. A
veces nos sentimos perdidos, otras muchísimo más vivos. Lagrimas, historias, sollozos.
La perdida de un
amigo, el vacío que se siente como un nudo en el estómago. Nos podemos
sentir perdidos en aquel laberinto que
no sabemos ni de donde ha salido. No encontramos un sentido a todo aquello
vivido, tal vez es que nos hemos dado por vencidos.
Pero no nos damos cuenta de que a veces somos el agua que
acaricia en la cara un rostro enemigo o desconocido, mostrando la puerta que
abre un camino que antes no era más que un montón de matojos escondiendo el más
maravilloso paraíso. El edén de los sueños que hemos cumplido, la felicidad en
cada momento. Saltos, gritos, un aplauso para aquel pajarillo que por fin ha
salido del nido.
Una luna ilumina nuestras noches para decirnos que no está
todo perdido, que lo difícil siempre vale la pena, y que nunca hay que darse
por vencidos. Somos agua a la deriva en este hermoso río llamado vida, cruzando
arroyos, lagos e incluso algún cascada que nos revitaliza hasta lo más hondo de nuestra alma.
Hay que saber que no siempre se gana y que algunas se pierde,
pero quien sabe si no fue el destino quien decidió que ese no era tu camino, o
quien sabe si tu, en tus miles de aventuras, dejaste de ser el mismo.
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